Yo puedo
¡Quienes pueden, pueden porque piensan y creen que pueden lograrlo!
La forma de pensar condiciona cómo NOS SENTIMOS y cómo ACTUAMOS
Cuando alguien cree que no es capaz de lograr algo, no deposita confianza ni esperanza, ni ilusión ni optimismo y por tanto muy difícilmente ocurrirá aquello que desea…
Sin esperanza no hay posibilidad de cambio… Creer que va a ser posible y que es el momento de intentarlo te permite comprometerse con afán, ahínco, esfuerzo y dedicación en las metas que quieres conseguir
Si por el contrario no crees que sea posible, te quedarás sentado, no te esforzaras y no te aplicarás en tus objetivos. La esperanza es el motor fundamental para tener motivación y poner toda la carne en el asador.
Si piensas que estás vencido, lo estarás. Si piensas que no te atreves, no lo harás. Si piensas que te gustaría ganar, pero no puedes, no lo lograrás.
Si piensas que perderás, ya has perdido
Un cuento que ilustra a la perfección esta cuestión, es el relato del Elefante Encadenado del libro “Cuentos para pensar” de Jorge Bucay. Dice así:
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.
Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños.
Durante la función, la enorme bestia hacía ala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado nos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó
tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro…
Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.
Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos.
Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré. La única manera de saber si puedes o no, es intentarlo de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…..TODO TU CORAZÓN.
Por tanto, la capacidad de alcanzar nuestras metas depende en gran medida de tus creencias y las posibilidades que crees que tienes para conseguirlo. En el caso del elefante, éste estaba convencido de que haría lo que haría o intentará lo que intentara no se iba a producir un resultado diferente.
Este proceso impide cualquier proceso de cambio y transformación personal.
Las personas que muestran indefensión aprendida, han tirado la toalla, asumen que es imposible el cambio, tienen una visión pesimista de la vida, les cuesta mucho tomar decisiones e iniciar conductas de cambio…, justificando lo que les ocurre, sin esperanza y posibilidad de modificación. Se encuentran en una prisión psicológica en la que se creen incapaces de poder tomar el control.
¿Cuándo ha sido la última vez que has intentado hacer algo nuevo o cosas diferentes? ¿En qué me gustaría cambiar? ¿Me siento a gusto con lo que estoy haciendo ¿Estoy feliz donde estoy ahora? ¿Qué es lo que me impide avanzar?
¡Que tengas un maravilloso día!
Un fuerte abrazo,